Desde el Infierno con amor

Era un día normal... Bueno, tan normal como podía ser un día en el Infierno, olor a sangre aderezada con azufre, suelo casi magmático, gritos de dolor a cada segundo; lo normal, si eres un demonio. Ése era el caso de Firale, el lugarteniente de Lucifer, que ya hacía eones que se había acostumbrado, y milenios que se aburría, por lo que decidió cambiar de aires y fue a ver a Belcebú para que le permitiera una excedencia.
-Hola, Belcebú - saludó Firale con una sonrisa -. ¿Qué tal te va?
-¡No! - repuso Belcebú sin siquiera mirarle.
-Pero si ni sabes lo que te iba a pedir - dijo Firale.
-Un permiso de excedencia para poder viajar a la Tierra - le dijo el otro -. Pero la pregunta es: ¿Lo sabe Lucifer?
-No - respondió el demonio -. Pero tampoco tiene por qué enterarse.
-Lo sabe todo dentro del Infierno.
-Ya, como lo de tus aventuras con sus hijas, ¿verdad? - insinuó Firale con la cabeza apoyada sobre la mano izquierda.
-¿A qué te refieres? - preguntó Belcebú atemorizado.
-A que soy yo el que lo sabe todo dentro del Infierno - respondió Firale mientras dibujaba círculos sobre la mesa de Belcebú con el índice de la mano derecha -. Por lo que te recomendaría que me dieras esa excedencia, o podrías acabar hecho cenizas y sin posibilidad alguna de volver a lo que patéticamente llamas "vida". Es sólo una recomendación.
Firale consiguió salirse con la suya, por lo que se acercó a las puertas del Infierno, se concentró y pudo sentir que sus alas y cola desaparecían, la temperatura descendía vertiginosamente, y los olores empezaban a ser más suaves.
-¿Por qué sigo oliendo a azufre? - pensó Firale al terminar de materializarse en el mundo humano.
Cuando abrió los ojos vió que estaba en un contenedor de basura lleno de huevos podridos. Cuando salió de allí y hubo terminado de lanzar maldiciones, se limpió y creó una ropa cómoda. Lo primero que hizo fue buscar comida, en una hamburguesería. Al ser una hamburguesería japonesa y tener Firale un aspecto europeo, a la muchacha que le atendió le sorprendió su pronunciación perfecta. Pidió 20 menús gigantes, pero el dinero no fue un problema, lo fue llevarselos a la mesa donde se los comió en menos de 5 minutos.
Como era de noche, el local estaba lleno de jóvenes, y uno de ellos se sentó a su lado.

Continuará.